
—La verdad no veo lo interesante en cambiar por ese rastrillo de metal —me comentó Roxana, cuando le conté—. ¿Qué tiene de relevante comparado con tu Gillette?
—Mmm hay vas otra vez, no sé para qué te conté, jaja —le expresé en tono de broma.
Ella tomó el pequeño rastrillo y lo sopesó en su mano derecha, le dio vuelta e hizo un ademán simulando que rasuraba su barbilla.
—Creo que no estás observando el panorama de forma integral.
—¿De forma integral? —me preguntó—. ¿Eso qué significa?
—Significa que cuando te estás convirtiendo en un consumidor más responsable te preocupas por el artículo que usas «después de que concluyó su vida útil».
—¿Ah sí? y por qué deberíamos preocuparnos por lo que sucede después con él —me respondió—. Lo importante es que te funcione y ya. No sé para qué tanta preocupación y ansiedad por eso.
Escuchando su argumento, recordé una versión de mí, no muy lejana en el tiempo, que me decía: «tú también pensabas así antes, así que deja los prejuicios». Después le contesté:
—Entiendo lo que dices, en verdad, pero creo que tu argumento está siendo externado desde una posición en la cual solo existes tú y el objeto, pero no es así —le respondí—. Yo también pensaba que era una tontería o más bien, ni siquiera pensaba, pero me he dado cuenta que tal vez un rastrillo desechable no es tanto problema, pero si sumas todos los que utilizas en tu vida más los de las demás personas, sí que tendrá consecuencias para el planeta.
—¿Para el planeta? ¿Y qué hay con todos los que has tirado antes? ¿Eso qué?
—Lo sé —le contesté—. No puedo borrar eso, pero lo que sí podemos hacer es comenzar a hacer cambios. Es mejor hacer algo a no hacer nada.
—Mmm bueno… pues suerte con tu rastrillo.
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Ramsés Organiz.
La Filosofía Minimalista
@lafilosofiaminimalista
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