
—Papá.
—Dime, Azul, ¿qué pasa? —le contestó Don Genaro a su hija, mientras admiraba su lancha.
—¿No crees que deberíamos irnos a la ciudad? —le preguntó Azul.
—¿A la ciudad? ¿Por qué? ¿Acaso no te gusta vivir aquí?
—Claro que sí, pero, de pronto, siento mucha ansiedad al no ver nada nuevo. Siempre es el mismo paisaje —le contestó Azul—. Tu lancha, el mar, el cielo, siempre azul, la arena, las palmeras, los peces, los cocos. ¡No hay nada más!
—Lo que pasa es que no estás observando el paisaje de forma consciente —le contestó Don Genaro.
—¿Ah? Claro que lo estoy mirando de forma consciente. ¡Todo es azul! ¡Y es lo mismo que vi ayer!
—Mira bien —le indicó su papá a la joven Azul—. Ven, siéntate junto a mí y observa. Si miras el cielo y el mar y piensas que son paisajes que no cambian o no sufren ninguna transformación, es porque no estás «observando» con detenimiento. Mira las nubes.
—¿Qué tienen?
—Te aseguro que si observas bien, encontrarás figuras diferentes en el cielo. Ayer se formaron unas y hoy son otras. Nunca se repiten. Pueden parecerse, pero siempre son diferentes.
La pequeña Azul miró con detenimiento el cielo, mientras el viento agitaba las palmeras y el mar. La lancha se mecía de izquierda a derecha como si estuviera bailando.
—¡Es verdad! ¡Mira papá! ¡Esa de allá parece un elefante!
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Ramsés K. Mishima
La Filosofía Minimalista
@lafilosofiaminimalista
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